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4 estilos de intervención temprana a lo largo del tiempo

4 estilos de intervención temprana a lo largo del tiempo

Conocé los cuatro estilos de intervención temprana que vemos a lo largo del tiempo y dónde queremos estar hoy.

La práctica centrada en la familia es una manera específica y sistemática de trabajar con las familias que tiene una razón de ser exhaustiva, obvias ventajas y una amplia gama de beneficios demostrados

 ¡Pero si yo siempre trabajé con la familia!

Esta es una de las primeras expresiones que escucho de colegas cuando entran en contacto por primera vez con la expresión Prácticas centradas en la familia. ¿Esto es nuevo? Pero si desde siempre en atención/intervención temprana se tiene en cuenta a la familia! ¿Cuál es la novedad?

Se han realizado estudios sobre la percepción de los profesionales respecto a sus prácticas y su comparación con las prácticas reales que se llevan adelante. El resultado es una gran disparidad de lo que se ve y se escucha, en dos, tres o veinte diferentes servicios de atención temprana que se identifican como "centrados en la familia".

Si bien se encuentran referencias desde los años 50, en los años 90, el campo en desarrollo de la Atención Temprana con niños pequeños con discapacidades y sus familias adoptó la práctica centrada en la familia como su fundamento filosófico. La práctica centrada en la familia era (y sigue siendo) definida como: Una combinación de creencias y prácticas que definen formas especiales de trabajar con las familias que son clientes conducidos y animados a mejorar su competencia (Dunst, Johanson, Trivette y Hamby, 1991).

En esencia, las prácticas centradas en la familia son una forma sistemática de crear una asociación o vínculo con las familias que

  • las trate con dignidad y respeto
  • respete sus valores y opciones
  • proporcione apoyos que fortalezcan y mejoren su funcionamiento como familia

La práctica centrada en la familia reconoce que, si se trabaja con familias, es para tener efectos positivos e incluye tres elementos clave:

  • énfasis en fortalezas, no en los déficits
  • promoción de la elección familiar y control sobre los recursos deseados
  • desarrollo de una relación de colaboración entre padres y profesionales.

Repasemos un poco entonces el continuo de formas que han tomado los servicios de atención temprana, siguiendo a Espe-Sherwindt (2008) en base a los roles del profesional y la familia, cómo se utilizan los conocimientos del profesional y la toma de decisiones durante el proceso.

En un Modelo de Profesional experto, los profesionales se consideran y son vistos como los expertos que determinan lo que necesita el niño y la familia, así como la mejor forma de satisfacer esas necesidades. Se espera que las familias confíen en el profesional, que es quien toma las decisiones y organiza las soluciones a los problemas que él, como experto, detecta. El profesional es el responsable exclusivo del programa o tratamiento. En lo que llamamos tratamiento ambulatorio, la familia tiene un rol pasivo, se ocupa básicamente de llevar y traer a su hijo/a al tratamiento, quedarse en la sala de espera. Obviamente, este modelo lleva a una dependencia de la familia hacia el profesional, e incluso puede invitar a que la familia busque a otros profesionales “más expertos” que los que ahora mismo atienden a su hijo.

En el Modelo de la Familia-aliada los profesionales ven a las familias capaces de poner en práctica la intervención. Pero las necesidades del niño y de la familia, así como la intervención a realizar, continúan siendo identificadas por los profesionales, lo cual sigue llevando a una dependencia del profesional “experto”, que da las orientaciones pertinentes aunque no haga mayores esfuerzos para facilitar y asegurar su seguimiento. Por otro lado, este modelo puede llevar a las familias a convertirse en co-terapeutas, que intentan repetir en casa la intervención rehabilitadora que haría un profesional.

En el Modelo enfocado a la familia los profesionales consideran a las familias como consumidores que, con asistencia, pueden elegir entre las diversas opciones. Pero una vez más estas opciones son identificadas y presentadas a la familia por los profesionales “expertos”. Se quiere potenciar que las familias puedan elegir y experimentar cierta independencia del profesional, sin embargo, el profesional aún no explora las competencias propias de la familia, ni la necesidad de apoyarla en su desarrollo, ni en valorar lo que se necesita para conseguirlo.

Finalmente en el Modelo centrado en la familia los profesionales consideran a las familias como socios iguales; como colaboradores necesarios en una empresa común, que es facilitar y mejorar las posibilidades de desarrollo del niño. La intervención es individualizada, flexible y sensible a las necesidades de cada niño y de su familia. La identificación de esas necesidades se realiza con ayuda de la propia familia. La intervención se centra en fortalecer y apoyar el funcionamiento familiar, especialmente en lo que se refiere a generar oportunidades de aprendizaje para el niño contextualmente mediadas, cuidando que las familias no reproduzcan en casa modelos de intervención terapéutica. El profesional se preocupa constantemente de que las familias sean las que vayan tomando las decisiones finales.

Un conjunto de prácticas profesionales

Trivette y Dunst en su trabajo del año 2000 identificaron y agruparon en cuatro categorías diecisiete prácticas centradas en al familia basadas en la evidencia:

1. Las familias y los profesionales comparten la responsabilidad y trabajan en colaboración. Este grupo de prácticas se centran en el desarrollo de las relaciones, en el poder y control compartido y un completo reparto de información, de modo que las familias puedan tomar decisiones informadas.

2. Las prácticas fortalecen el funcionamiento familiar. Este grupo de prácticas enfatiza proporcionar ayudas y recursos de manera que construyen el sentido de confianza y competencia de los padres, usando para ello no sólo apoyos formales sino también informales y mejorando la capacidad familiar.

3. Las prácticas son individualizadas y flexibles. Este grupo de prácticas enfatiza la importancia de ajustar la intervención para adaptarse a las necesidades, prioridades y valores de cada niño y familia; de no hacer suposiciones acerca de las creencias y valores de la familia; y de proporcionar apoyos y recursos de manera que no incorporen estrés.

4. Las prácticas están basadas en las fortalezas y recursos. Este grupo de prácticas subraya no sólo la identificación de la fortalezas de cada niño y su familia, sino el uso de estos puntos fuertes como vía para la construcción de medios para la intervención.

Las Prácticas centradas en la familia marcan la diferencia

Si bien los resultados en los niños y niñas pueden ser similares en el modelo clínico y en el centrado en la familia, las diferencias más importantes a favor de éstas últimas se observan en aspectos como:

  • las percepciones de los padres sobre el comportamiento y funcionamiento de los niños
  • la conducta parental
  • una mayor satisfacción de la familia
  • unas creencias más fuertes de autoeficacia y sensación de control
  • mayores percepciones de beneficios del programa de atención temprana

La investigación ha identificado dos componentes relacionados pero claramente diferentes de la práctica centrada en la familia: (Dunst, Boyd, Trivette & Hamby, 2002)

  1. Prácticas relacionales: comportamientos interpersonales como cordialidad, escucha activa, empatía, sinceridad y la visión de los padres desde una perspectiva positiva.
  2. Prácticas de ayuda participativas. más orientados a la acción y abarcan el control y la formas de compartir: los profesionales comparten toda la información con las familias, los animan a tomar decisiones, a utilizar sus conocimientos y capacidades y ayudan a las familias a aprender nuevas habilidades. Estos son los que más marcan la diferencia y la más difícil de adoptar por parte de los profesionales.

 En otras palabras, ser cordial y atento y utilizar excelentes habilidades de comunicación no significa automáticamente que un profesional o programa esté centrado en la familia; no basta con ser "agradable". Los profesionales y los programas que buscan estar centrados en la familia, no sólo deben establecer una relación de confianza con las familias; también deberán utilizar conscientemente prácticas específicas que igualan el equilibrio de poder, de modo que las familias se conviertan en los últimos responsables de las decisiones y agentes de cambio.

¿Por qué son las habilidades participativas tan difíciles? 

Con la adopción de un modelo centrado en la familia, se pide a los profesionales que reemplacen el papel de toma de decisiones, de establecimiento los temas de discusión, de prescribir y asesoramiento experto, con el papel más desafiante de compañero, oyente, facilitador y consultor. Incluso profesionales altamente motivados por participar en la práctica centrada en la familia pueden encontrar en este cambio de paradigma desafíos tales como:

  1. La tendencia a ser demasiado "impaciente". Cuantas más ganas para evaluar e intervenir, menos útiles somos.
  2. La tendencia a centrarse en ser demasiado "inteligente". Tendemos a usar palabras técnicas para mover a otros en la dirección que hemos elegido y convencer a las familias de que nuestra perspectiva es la correcta.
  3. La tendencia a ser demasiado “útil”. Tendemos a creer que nosotros sabemos y el otro no.
  4. La tendencia a promover la “codependencia”. Cuando vemos a otros necesitados de nuestra ayuda experta, podemos caer en el error de crear necesidades para justificar nuestro papel en sus vidas.
  5. La tendencia a sentirse demasiado “valioso”. Las personas que proporcionan ayuda, a menudo se sienten responsables del "progreso" de la otra persona. Sin embargo, no podemos asumir que nuestro consejo dará lugar a un cambio.

Cuando los profesionales hacen preguntas tales como “¿Cómo puedo conseguir que la familia vea esto?” o “¿Por qué la familia no va a seguir las orientaciones?”, están haciendo preguntas sobre el poder y el control.

La cuestión ya no es “¿Cómo hago para lograr mi propio camino?” sino, “¿Cómo comprometerse para trabajar juntos?” y “¿Cómo podemos tener la fe en la capacidad de cada uno para contribuir al cambio?” (Henning, 2001).

Comentario sobre el artículo: Espe-‐Sherwindt, M. (2008). Family-‐centered practice: collaboration, competency and evidence. Support for Learning, 23(3), 136–143. doi:10.1111/j.1467-‐9604.2008.00384.x 

Conocé los cuatro estilos de intervención temprana que vemos a lo largo del tiempo y dónde queremos estar hoy.

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